Instinto maternal
Corría el año 2001 y Juan y María se instalaron en su nueva casa. Era un poco grande para ellos, pero como pensaban tener familia numerosa, pronto la llenarían. De hecho, ella estaba embarazada de tres meses.
El embarazo iba muy bien y se encontraban muy ilusionados, sobre todo María, que tenía un instinto maternal muy desarrollado.
Juan trabajaba mucho y caía rendido al llegar la noche. María, en cambio, sufría de insomnio y se levantaba varias veces durante la noche.
Un día, harta de dar vueltas en la cama decidió levantarse. No se dio cuenta que la alfombra estaba arrugada, tropezó y cayó por las escaleras.
Horrorizada vio que sangraba abundantemente y comenzó a llamar a Juan. Éste no se enteró y María, al no poder moverse, tuvo que estar toda la noche tumbada en el suelo.
Cuando Juan se levantó, vio a María y rápidamente la llevó al hospital.
Perdió al niño y el médico les dijo que si hubieran acudido antes lo hubieran podido salvar; además, a María la tuvieron que operar de urgencias y perdió la oportunidad de ser madre.
Al volver a casa, María estaba obsesionada con el niño que perdió y no cesaba de culpar a Juan de su desgracia. Enloqueció y tuvieron que internarla.
Juan iba a visitarla al principio pero siempre lo recibía con odio y luego con indiferencia, por lo que decidió dejar de visitarla.
A los seis meses, Juan recibió una llamada del psiquiátrico diciéndole que su esposa se había escapado y que había jurado que acabaría con su marido en cuanto tuviera ocasión.
Sintió mucho miedo y decidió atrincherarse en su casa. Cerró ventanas y puertas y no salía nunca por temor a encontrarse con ella.
Pasaron varios meses hasta que recibió la visita de dos policías que venían a notificarle la defunción de su esposa. Había sido atropellada por un camión después de haber estado vagando por las calles varios días.
A partir de entonces, comenzaron a escucharse ruidos extraños en la casa. Se oían llantos de bebé, alguien cantando nanas, golpes durante la noche... Al final , Juan decidió poner en venta la casa y marcharse a la ciudad.
La gente del pueblo conocían los hechos que sucedieron en la casa, por lo que no conseguía venderla.
Al cabo de unos años, una pareja que procedía del extranjero, decidió comprar la casa.
Les extrañó un poco el precio tan bajo que tenía esa casa tan grande, pero como estaban tan ilusionados, enseguida desecharon sus temores.
Ángel y Paula estaban muy contentos pues, próximamente iban a ser padres.
Poco a poco iban reformando la casa ya que, al permanecer tanto tiempo cerrada, estaba un poco deteriorada.
Desde la primera noche que se instalaron, Paula comenzó a notarse como si de noche perdiera la barriga pero por la mañana volvía a estar como siempre.
Ángel le decía que era cosa suya, que no se preocupara. Cada vez se sentía peor y al despertarse notaba un fuerte dolor en el potorro.
Además, veía que las sábanas de la cunita estaban con manchas de sangre y de un líquido viscoso.
Una noche, haciendo un esfuerzo sobrehumano, llegó hasta la habitación de su futuro hijo y vio en su mecedora a una mujer con un camisón blanco y una gran mancha de sangre delante. Tenía abrazado a un bulto sanguinolento al que acunaba con mucho amor. Horrorizada se desmayó y cuando despertó volvió a notar a su hijo dentro.
Al llegar la hora del parto, el niño nació rápidamente pero, cuando su madre lo cogía en brazos, lloraba aterrorizado.
Cuando llegó la noche Paula se quedó dormida al dejar de llorar el niño al despertar se acercó a la cuna y vio que estaba vacía. Desesperada salió de la habitación y en un sofá próximo vio a la mujer del camisón que la miraba sonriente. Vio con horror que le estaba dando el pecho a su hijo y que éste mamaba tranquilamente.
Intentó arrebatárselo pero se le resbalaba.
La mujer le dijo:
- si quieres que tu hijo viva, tienes que dejar que yo lo alimente.
Con un nudo en la garganta aceptó el trato.
Al volver a casa, Paula quiso coger a su niño y alimentarlo ella, pero él se negaba y rompía a llorar desconsoladamente.
Una noche se levantó y vio a la mujer con el niño en brazos y a Ángel que la tenía cogida por los hombros.
Se dirigió hacia él ciega de furia y al intentar coger su brazo, traspasó su cuerpo.
Salió corriendo y cuando llegó a la cama se dio cuenta que su marido y su hijo estaban muertos.
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Así, María se había vengado de su marido en la persona de Ángel y se había apoderado del hijo de Paula para cuidar de él durante toda la eternidad.